jueves, 21 de mayo de 2015

Un loro dándose de hostias –la monda





     “Mi otra madre” es una novela inédita de Vicente Marco. Acaba de ganar el Premio “Valencia” de Narrativa en Castellano, de la Institució Alfons el Magnànim, uno de los más prestigiosos de la región. No es la típica novela que gana premios, por su carácter arriesgado, así que da gusto saber que a veces se forman jurados capaces de valorarlo. Sí tiene, en cambio, la profesionalidad y originalidad del autor, que introduce elementos de acercamiento al lector.

El erotismo malsano e incestuoso

     En esta obra encontrarás a una madre que monta una competición entre su hijo, Julián, y un amiguito, el Flaquito, para ver quién tiene el torso desnudo más bello y musculado; al mismo Julián espiando a la madre desnuda cuando tiene ocasión, sospechando que ella lo sabe; a la madre que tiende una trampa a Julián, facilitándole ver a una mujer desnuda, solo para luego interrogarle sobre a cuál de las dos prefiere, si a ella (su madre) o a la mujer; a una madre que provoca los celos de Julián mostrando más cariño por el Flaquito que por él.

La atmósfera inquietante

     La historia está narrada en primera persona por Julián, a quien el Flaquito le parece raro… hasta que el lector se da cuenta de que el raro es él. Se maneja con jerga propia: así, juega al “cubo de las combinaciones”, le encierran en un sitio llamado “el reposo” y su casa tiene “zonas prohibidas” bajo llave a las que no puede acceder; su madre habla a los espejos; el exterior está lleno de peligros: la radiación solar, la guerra…

La metaliteratura

     Julián promete contar una historia al principio de la novela, sobre el Flaquito y el hielo (elemento recurrente de la obra), pero no parece contarla de hecho. Sin embargo, la narración se desarrolla en torno al Flaquito y el hielo, por lo que todo podría ser la historia que Julián ha prometido contar. Por otro lado, Julián, que también es el narrador en primera persona, de vez en cuando se dirige a un tú no identificado, que podría ser el lector. Además, Julián escribe en un cuaderno misterioso y por momentos se cree Dios dando vida a sus personajes, ¿no podría ser todo lo narrado algo que el lector lee en el cuaderno de Julián?

La falta de empatía

     El narrador es un niño al que le parece divertido que la viuda negra decapite al macho tras la cópula, que se monda de la risa cuando su amigo el Flaquito sufre porque su padre es un borracho y le pega, o porque tiene a su madre gravemente enferma, o cuando un loro se da de ostias por todo el salón. Loro que, por otra parte, acaba de escapar de su jaula, y con el que Julián no parece identificarse, a pesar de tratarse de otro ser encerrado.

La madre castradora

     Tenemos una madre que, ante la más mínima muestra de ilusión de Julián, le reprocha que no siga sus consejos, por más que todo lo haga por él, no importa cuántos sacrificios le cueste; también le dice que, en última instancia, si eso es lo que él quiere, que si ella no le importa, se sienta libre para actuar.


     La combinación de todos estos elementos crea una sensación de que va a haber un final sorpresa, y el lector se pregunta si se mantendrá en tono realista o virará en algún momento hacia lo fantástico. El punto de vista del niño, Julián, tan centrado en su mundo deforme y, en definitiva, en sí mismo, presagia un triunfo del solipsismo, que recuerda a la reclusión voluntaria de Jean-Baptiste Grenouille, protagonista de “El perfume”, en una gruta. Una novela para los amantes del misterio, por vías personales y no trilladas. El premio recién ganado incluye su publicación, esperemos que se haga realidad pronto.

P.S. En junio de 2015, la novela fue publicada: